Cierro los ojos, entro despacio, y la luz que entra por los vitrales me señala.
Mas disturbio mi presencia que mis pasos.
Neutral: Camino, pienso, caigo. Me anulo. Entonces, no soy.
La trampa funciono. Y la necesidad de escapar de la misma debería aumentar cada segundo desesperado. Lo extraño es, que la victima de la trampa soy yo y que ya desistí de escapar.
Luego…
El humo de los autos, mi humo, el de mi corazón, que se quema.
Todo aquel que mire al astro sabedor de los secretos del orbe
Dueño de mis recuerdos, de mis gritos, de mis manos.
Ahí, están los lagos de luz.
Los poetas, íntimos admiradores, se lastiman los ojos.
Si me muero, mi alma errante siempre volverá allí, a su tumba.